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Las piedras preciosas de Stern

3 junio, 2011 Editorial
  • Actualidad

H.Stern está más presente en México que en Alemania pese a que Europa es el centro mundial del lujo.

Imposible dudar del destino al conocer la historia de Hans Stern, que desde su exilio recibió señales de lo que serí­a el leitmotiv de su vida: las piedras preciosas, el mundo de la joyerí­a de lujo, que explotó la riqueza natural de Brasil y la exportó al mundo. Hoy tiene gran éxito en México dijo a TREFF3 Christian Hallot representante de la firma.

Joyas osadas

El inicio de H.Stern en México comenzó doce años atrás, con la exhibición de sus diseños en las Duty Free del aeropuerto internacional. Seis años después lograron que El Palacio de Hierro se convirtiera en su socio comercial.

Iniciaron en Perisur y Santa Fe, ahora son ocho las tiendas, incluida la de Cancún, que se inauguró a mediados de mayo.

Hallot considera que México es el mercado ideal, dado que desde las culturas prehispánicas lo ornamental ha estado siempre presente.

“Las ventas de México son superiores a las de Estados Unidos y Europa debido a que la crisis económica les afecto menos y se recuperaron más rápido”, refirió.

Además el mercado latino es más osado, todo lo contrario al europeo que es más tradicional, temen a lo diferente, lo innovador.

El cliente alemán es más difí­cil, más exigente y muy clásico, señaló. “Tenemos tiendas de mucho éxito en Munich, Frankfurt y Düsseldorf, pero deben estar posicionadas en lugares muy ‘trendy´ de jóvenes”.

Llevan 45 años en Alemania pero su presencia es poca comparada con Latinoamérica.

La huí­da y el triunfo

Las “citas con el destino” como dirí­a el escritor Jorge Luis Borges, comenzaron cuando Stern huyó de Essen, Alemania a los 16 años, tras la noche de los cristales rotos, el 9 de noviembre de 1938, en la que miles de negocios judí­os fueron destruidos previo al Holocausto.

Stern se refugió en Rí­o de Janeiro, Brasil y trabajó en Cristab, empresa que se dedicaba a vender minerales y gemas, esto marcó el rumbo de su vida. No pudo evitarlo, se enamoró de ellas. “Las joyas fascinan por igual a hombres y mujeres, son mágicas y mí­ticas”, decí­a.

A los 22 años vendió un acordeón para abrir su primera oficina con un empleado. Después instaló su tienda en Rí­o de Janeiro, hoy son más de 300 en todo el mundo, y se encuentra entre las cinco principales casas joyeras de prestigio como Cartier, Tiffany y Bvlgari.

En un inicio sólo vendí­a gemas, después regresó a Alemania para llevar personas que enseñaran a tallar a los brasileños. Después abrió filiales en Sudamérica, luego en América del Norte y Europa, exportó piedras que no eran comunes en la joyerí­a tradicional por su colorido.

Uno de sus triunfos fue que las piedras semipreciosas dejaran de llamarse así­. Lo logró cuando el gobierno francés lo prohibió por ley, dado que toda piedra producida por la naturaleza es preciosa y vale tanto o más que un diamante.

Texto: Adriana Franco/pt

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